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miércoles, 15 de febrero de 2012

Curiosidades del viaje de Colón, y de otras sorpresas que encierran estas aguas caribeñas

Como sabéis, Cristóbal Colón, el almirante de la mar océana, iba un poco perdido en Octubre de 1.492 en las aguas por donde ahora esta navegando el Sirocodiez. Se encontraba con poco éxito  buscando las Indias Orientales. Cuando ya llevaba 36 días de travesía desde las Canarias y consciente del alarmante descontento de su tripulación, pensaba que peligraba su mando en la expedición,  su integridad física y el de ciertas partes muy importantes dentro de la anatomía de un varón. Y en ese justo momento, cuando se encontraba encerrado en su camarote, un doce de octubre del año de nuestro señor de 1.492,  oyó aliviado el esperado grito de “Tierra a la vista”.
A esta isla donde desembarcaron la llamo Guanahani y a este momento quería yo llegar. Porque los historiadores no se ponen de acuerdo si esta isla es la actual Salvador en las Bahamas, en donde esta tripulación navegará dentro de poco, o si es la isla del Gran Turk, donde ya queda por nuestra estela. Disputas aparte, lo que si está claro es que viendo que en estas perdidas islas, Colón no tenia  mucho futuro, decidió persuadir con unos grilletes a cuatro infelices nativos lucayanos  para que los condujera a una isla más grande y quizá mas rica, hacía  el sur en donde quizá se le pusiera mas de cara la diosa fortuna. Como navegante y  si veis una carta náutica me cuesta comprender como  tuvo la suerte de poder navegar desde este lugar en contra de los vientos alisios dominantes y con la cantidad de arrecifes que hay en la ruta, dispuestos a mandar a las carabelas y a sus marineros a dormir a los fondos marinos.
La cuestión es que Colón y sus secuaces,  desembarcaron en la Playa Rincón en la Republica Dominicana, último punto de recalada del Sirocodiez en esta isla, y después continuaron hacia el sur de la isla y a las laderas del Rio Ozama, en donde fundaron Santo Domingo, la primera capital del futuro impero español en las Indias Occidentales, que no Indias Orientales.
Y cambiando de tema, aunque no de las aguas donde me encuentro ahora. Hace poco leí que lo que más les llama la atención a los astronautas al observar la Tierra desde el cielo en los días claros, son tres cosas. La primera es una creación humana, la Gran Muralla China, debido a su longitud. Las otras dos cosas pueden ser más difíciles de acertar y son obras de la madre naturaleza. Una es el inmenso y desolado vacío del desierto del Sahara. Y la otra es la deslumbrante claridad de las aguas turquesas que circundan las Islas de Turks y Caicos. El Banco de Caicos es casi  un perfecto atolón coralino de unas 60 millas de ancho, unos 110 kilómetros, con unas aguas someras que oscilan entre los 2 y 4 metros,  con fondos de arena, salpicados de arrecifes y cabezas de coral aisladas, lo que hace su navegación interior terreno prohibido para nuestro velero. Y este inconveniente lo sufrimos ayer. Porque si, mis queridos lectores, en estas latitudes donde reinan ininterrumpidamente los vientos alisios del nordeste y del este, ayer nos entro un frente con vientos fuertes del oeste rolando al norte, lo que nos hizo que la travesía desde Turks hasta Caicos de 110 millas, fuera un pequeño suplicio, o un gran suplicio depende de que grumete de abordo opine. Fondeamos a la media noche en West Caicos Island, cansados, a una hora un poco tardía y poco recomendable por lo peligroso que es navegar por estas aguas con tantos peligros acechando la flotabilidad de este navío.
Y mañana 14 de Febrero, día entrañable y ñoño para algunos, nos toca disfrutar de la comodidad de una marina. Esperamos atracar en Turtle Cove Marina, y si los vientos nos son favorables a finales de semana estaremos ya en las Bahamas.

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