Hoy hemos tenido la visita de una juguetona ballena que nos ha estado escoltando a corta distancia, como si de un delfin se tratara. Jugaba surfeando las olas y pasando de una banda a otra, nos inspeccionaba y no se si se preguntaría que especimen tan raro eramos.
Y ya que os estoy relatando los habitantes de estas latitudes, que son escasos por aquí pero si singulares, continuare con uno que tuvo la desdicha de chocar contra mi hombro. Cuando estaba leyendo ayer por la tarde, un pez volador tuvo la mala suerte que en su vuelo de escapada de un posible depredador calculo mal la distancia y acabo en la cubierta. Este tuvo la suerte de recuperar la libertad.
También tuvimos otro encuentro con otro pez, raro y que daba un poco de miedo. Fue un pez abisal que tuvo la mala suerte de picar en el curricán que llevábamos arrastrando por la popa. Era negro, alargado, con unos dientes largos y cara de pocos amigos. Parece ser que durante la noche hay una ascension de habitantes de las profundidades abisales hacia la superficie marina buscando nuevos territorios para ampliar su dieta alimenticia y buscando el amparo de la oscuridad para burlar a los grandes depredadores.
Pero no llevaros a un equivoco, pues navegamos en una especie de desierto. Despues de casi 3000 kilometros solo hemos visto un velero y un barco mercante. Y de los habitantes de estos mares están unas pocas pardelas y painyos (recordar que el teléfono satélite no me deja poner ni acentos ni la n espanyola), y dos encuentros con ballenas, unos pocos y escasos delfines, y paro de contar. Bueno, para ser honesto, siempre es difícil ver cosas cuando navegamos sobre grandes olas ya que cuando hemos tenido la suerte de tener un mar mas bonancible han aumentado nuestros avistamientos y divertimentos.
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