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jueves, 24 de noviembre de 2011

Navegando rumbo a las Islas Salvajes

Nos encontramos rumbo a las Islas Salvajes, unas islas solitarias difíciles de encontrar en una carta náutica y que descansan alejadas de la civilización en el Océano Atlántico. Es nuestro decimo segundo día en nuestro periplo que nos llevará, después que crucemos el desolado océano, a las Islas caribeñas.
 Queda ya lejano el día de nuestra partida desde Valencia después de una emotiva despedida y es que el tiempo corre de distinta manera cuando navegas.
Durante la primera parte de la singladura hasta Gibraltar nos acompaño una mar calmada y bonancible. Nuestro mediterráneo nos presento su cara más amable y descansaba tranquilo después del fuerte temporal que tuvieron que afrontar, solo hace unos días, los integrantes de la Volvo Ocean Race, la regata vuelta al mundo con tripulación y con escalas. Cuando navegaban por el Mar de Alborán tuvieron que navegar con olas de muchos metros (algunos dicen que tenían 10 metros de altura) que provocaron que de los seis barcos que salieron desde el puerto de Alicante, uno rompiera el mástil y otro quedara con el casco seriamente dañado. Me es difícil  entender como unos barcos preparados para navegar durante muchos miles de millas y en las condiciones más duras, se desarmen al poco de salir de puerto.
Después de dos días y medio recalamos en Gibraltar, una parada siempre interesante para cualquier navegante. Gibraltar tiene una atmosfera especial, una personalidad propia, con su peculiar aeropuerto en medio de una carretera, sus habitantes que con su acento andalú no sabes si te están hablando en ingles o en español, su imponente peñasco, su gran actidad marítima y el placer de degustar unas buenas pintas en un pub, cien por cien British.
Despedimos a Gonzalo y a Manuel, a José Miguel y a Toni, y dimos la bienvenida a Oswaldo, Mafin, José Manuel, Emilio y Pedro, los nuevos grumetes que embarcaron en Gibraltar.
El paso del estrecho de Gibraltar no nos defraudo. Fue emocionante navegar a 12 nudos de velocidad empujados por el temporal de levante que soplaba y arreciaba tras pasar la Isla de Tarifa, en donde el estrecho se hace todavía más estrechito.
Y como el viento y el mar siempre tienen la última palabra tuvimos que cambiar nuestros planes y poner rumbo al Sur de Portugal para no machacar mucho a la tripulación ni al barco. Nos acompaño durante todo el tiempo una sucesión de chubascos empujados por el fuerte viento de levante y que con sus grandes olas nos deposito en el puerto de Portimao en la costa del Algarbe portuguesa, cerca del Cabo de San Vicente.
El reanudar viaje rumbo al archipiélago de Madeira, las grandes olas atlánticas nos hicieron la vida difícil a bordo de este navío. Que diferente es nuestro mediterráneo a este gran océano. Y es que, para cualquier navegante que quiera cruzar el océano atlántico y disfrutar de las cálidas aguas caribeñas, llegar a las Islas Canarias es la etapa más difícil y delicada del viaje de ida. Una vez en las islas afortunadas,  los vientos  alisios harán su trabajo regular para depositarnos  en las Antillas.
Fue emocionante divisar las cumbres de la isla de Porto Santo después de navegar varios días con un fuerte oleaje. Continuamos viaje a la Isla de Madeira y recalamos en la Marina de Funchal, en el corazón de esta ciudad alegre y sonando unos fados como música de fondo.
Dejamos el puerto de Madeira un domingo 20 de noviembre y atracados en sus muelles estaban dos monstruos del mar, el MSC Fantasia y el Queen Elisabeth de más de 330 metros.
Continuamos rumbo a las Salvajes navegando con una mar incómoda y confusa, con olas de 3 metros de altura. Esperamos llegar mañana con los primeros rayos de sol y tener la suficiente luz para encontrar un fondeadero seguro.


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